El último bohemio, encarnación de los personajes “valleinclanescos”, Pepe…
Es Sánchez Rojas un personaje peculiar en la época regeneracionista en España.
Hábil cronista político, de pluma fácil y ligera (ligera en todos los aspectos), conocedor de los vericuetos de su época como pocos, “hombre a punto de..”. Estuvo a punto de ser ministro, a punto de ser diputado, a punto de ser cronista oficial de la Diputación (puesto para el que estaba capacitado mejor que nadie y que por cuestiones de índole política no se le concedió llevándoselo el padre Getino), a punto de un sin fin de cosas.
Su vida es azarosa desde su infancia. Nace en Alba de Tormes en 1885 , estudia en un colegio de Ciudad Rodrigo; en el año 1900, coincidiendo con el rectorado de Unamuno empieza su carrera de Derecho en la Universidad de Salamanca. Toma contacto con el rector y rápidamente se crea entre ellos una atracción mutua muy especial que teniendo sus altibajos, perdura en el tiempo hasta la muerte del discípulo cinco años antes que la del maestro. En la Universidad conoce e intima con Iscar Peyra, Federico de Onís (con quienes funda la revista Gente Joven), Filiberto Villalobos, Cándido Rodríguez Pinilla, en fin, la flor y nata de la intelectualidad salmantina. Es quizá, el de mayor inteligencia y facilidad para escribir, pero el que menos fuerza de voluntad tiene y al que peor destino le depara la vida.
Se doctora en Madrid y es becado ara continuar sus estudios en Bolonia donde estuvo un año. A su regreso vive en Madrid, en Alba de Tormes, en Barcelona, nuevamente en Madrid. En el año 1926, por defender a Unamuno es desterrado en Huesca, regresa a Madrid y muere el 31 de diciembre de 1931 en Salamanca en el hotel Términus, precisamente el día que iba a tener lugar un homenaje en su nombre al que iba a asistir, entre otros, Unamuno; el que Rojas pensaba ensalzar en el discurso que nunca llegó a leer.
Este trotamundos de inteligencia contrastada (la primera matrícula de honor que da Dorado Montero es precisamente a Sánchez Rojas) no tiene residencia fija, duerme allá donde quiere o donde puede (en la redacción de El Adelanto había una cama conocida como la de Sánchez Rojas) y va dejando desperdigada su obra y correspondencia, lo que dificulta su estudio. Sin embargo los artículos periodísticos que se pueden encontrar “ratoneando” hemerotecas dejan constancia de su buen hacer como cronista político de la época.
Sus relaciones personales son numerosísimas y muy ricas. Pueden contar entre sus “amigos” a los políticos e intelectuales más insignes de su tiempo: Azorín, Unamuno, Dorado Montero, Valle-Ínclán, Beccari, Indalecio Prieto…. Se podría seguir enumerando otros contactos menos gratos para él (Conde de Romanotes), pero no es cuestión de aburrir.
Sánchez Rojas es invitado a reuniones y fiestas de sociedad, donde su amena charla es bien acogida entre los asistentes y es considerado a pesar de su estrafalaria vestimenta. Fumador empedernido y bebedor de café, no había una cafetería donde dejaran de servirles por falta de dinero. Pepe, o era invitado o pagaba sus cafés aunque fuera escribiendo un artículo a cambio.
Trabajó para varios periódicos y revistas y colaboró en infinidad de publicaciones de todo tipo. Tradujo a escritores italianos como Croce y escribió obras: Tratado de la perfecta novia, Paisajes y cosas de Castilla, Sensaciones de Salamanca, Las mujeres de Cervantes (obra que los editores Montaner y Simón le encargaron y que él no llegó a terminar), Elogio a Gabriel y Galán, Elogio a José Sánchez Ruano, Castila y Cataluña, A propósito de los exámenes, y otras muchas, la mayoría no publicadas y perdidas en alguna de las muchas pensiones frecuentadas.
Su gran frustración es la falta de una mujer y ese ser bohemio a la fuerza (se es bohemio po no poder ser otra cosa, dijo alguna vez). Confesaría muchas veces sus preferencias por un hogar en vez de vivir como vivía, pero no tuvo la voluntad para cambiar el curso de su vida. Pudo haber sido todo lo que se hubiese propuesto y fue, acaso, lo que quiso.
Ensalzó a Salamanca como ciudad y atacó a sus gentes por conformista y por el poco espíritu revolucionario que emanaban. Fue republicano y socialista de ideas y fue ante todo, defensor de aquello que él creía justo.
Luchó por mantener su dignidad como periodista, aunque ello tuviese el premio que al final tuvo, y murió en su querida tierra, en su Salamanca.
Autor del texto: Manuel Iglesias |